El pueblo de Israel, tenia por costumbre ir a la ciudad de Jerusalén todos los años a celebrar el día de la expiación, todos se preparaban para ir en esta fecha desde los lugares más lejanos, viajaban en familia una vez al año a esta ceremonia para ser perdonados del año anterior y ser bendecidos para el siguiente año.
Una familia no muy numerosa, un Padre su esposa y un pequeño varón de doce años, también hicieron el trayecto desde su hogar hasta Jerusalén, su destino era ingresar al templo de Salomón y rendir un pequeño sacrificio de acuerdo a su capacidad económica. No era una familia acomodada, mas bien media, pues tenían un asna que ayudaba a transportar la carga y de vez en cuando llevaba en su lomo a la madre y otras veces al niño.
El camino era extenso, y varios días caminar y varias noches dormir incluso en la intemperie, cuando no alcanzaban donde alojar.
Pero por fin, llegaron a Jerusalén, una hermosa ciudad de grandes muros blancos y torres de vigilancia que la hacían verla impenetrable y grandiosa, desde su entrada principal se amontonaban los más diversos mercaderes ofreciendo un sin número de animales para sacrificios, recuerdos, vestidos, alimentos, esencias y etc.
Desde aquí en adelante el trayecto se hacía complejo, con mucha gente transitando de un lugar a otro en calles y pasajes angostos donde solo el empuje y la fuerza era necesario para hacerse camino entre la multitud.
De repente, entre tanto gentío no se dieron cuenta que ya estaban en presencia del Templo de Salomón, con una entrada principal con peldaños de mármol que ya pisarlos era un bendición, paredes absolutamente finas y terminaciones en oro que solo reflejaban la majestuosidad de tan primorosa obra.
En este deslumbrante momento, padre y madre se separan para seguir cada uno de ellos una ruta distinta, que los traería de vuelta al mismo lugar a una hora determinada.
El padre tomo consigo su sacrificio y con paso firme coloco su destino en la gran fila de los patriarcas de familia y presentar cuando fuera su turno la expresión más gloriosa de un padre al interceder por el y su familia frente al creador, sabiendo que llevaba un ofrenda agradable y aceptable delante de Jehová.
Por su parte la madre, en su rumbo, recorría el templo haciendo hora hasta el momento de reencontrarse con su esposo y su hijo y volver a casa, con la certeza que Dios en su profundo amor y misericordia redimiera sus pecados y bendijera su próximo año.
Sin embargo, cuando padre y madre se separaron el uno del otro, ambos pensaron que el niño quedaba al cuidado del otro, pero el niño quedo solo, frente a la entrada del templo de David Padre de Salomón, observando cada detalle de la construcción, en especial sus pórticos, pasillos y con mayor atención el ingreso al tabernáculo.
El ingreso al tabernáculo era de exclusividad de los sacerdotes, sin embargo era tanta la curiosidad de este niño que olvidándose de su Padre y Madre, camino directo hacia la entrada del lugar Santo.
En la entrada, los guardias no se percataron del ingreso del niño, y este cuan curioso comenzó a tocar las cortinas y cada uno de los utensilios, que ahí encontró. Luego escucho voces, muchas voces que hablaban y discutían entre si, de diversos temas, el niño al escuchar las voces se dio cuenta que los temas que ellos hablaban eran asuntos de fácil interpretación y en vez de irse en búsqueda de sus padres decidió ir a donde los sacerdotes y explicarles con detalle y precisión lo errado que estaban:
Un sacerdote afirmaba lo siguiente: la sangre vertida en los dinteles de la puerta tenía que ser vertida con un hisopo, así lo ordenó mi padre Moisés, otro contestaba, el hisopo no es lo importante, sino que la sangre tenia que estar fresca, y en esto el niño perdido alza la voz y aclara, “Estimados compatriotas, el sentir de Dios al respecto a esta orden manifestada por mi padre Moisés, no esta en la sangre, ni en el hisopo, el verdadero mensaje de Jehová fue poner a prueba la fe de nuestros padres, pues todos aquellos que marcaron con sangre los dinteles de las puertas salvaron la vida de sus primogénitos”
La docena de sacerdotes, quedaron mudos ante la expresión verbal de este niño, pues su presentación no fue la de un niño normal sino la de un niño extraordinario, y como si fuese uno más del grupo selecto, le preguntaron ¿Pero la sangre tiene importancia, hasta el día de hoy utilizamos la sangre de los animales para ofrecer expiación? Todos los presentes asintieron su cabeza admitiendo que lo que se aseveraba era un acuerdo y al mismo tiempo todos miraron al niño para escuchar su respuesta, quien dijo: “Si lo que dices es cierto, entonces el profeta Samuel se equivoco al decirle al Rey Saúl, “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios”
Todos ellos tomaron su cabeza, otros su barba, y se miraban incómodos al escuchar la voz del muchacho, el sacerdote más antiguo del lugar levanto la voz y pidió silencio, y dijo: oye muchacho si la sangre no es lo importante, entonces porque no mojaron los dinteles con agua o aceite u otro elemento para ese fin.
El muchacho, se ubico en medio de ellos les dio una charla que comenzó más o menos así: Señores, la sangre es un elemento simbólico, Dios Hizo al hombre y a los animales con este elemento que tiene por función principal dar vida, la sangre se oxigena a través de nuestra respiración, cada vez que respiramos la sangre se llena de millones de burbujas de oxigeno que son bombeadas una y otra vez a través del corazón hacia el cerebro, el cerebro metaboliza el oxigeno y lo utiliza para activar neuronas y estas se comuniquen y activen los millones de estímulos en el cuerpo. Cada uno de los sacerdotes con la boca abierta escuchando por primera vez que es una neurona.
Pero la sangre no es solo eso, también tiene la capacidad de defendernos de enfermedades virales de contagio, información que les adelanto pues en 1200 años más se creara la primera vacuna que ayudara a la humanidad a defenderse de enfermedades contagiosas.
También la sangre contiene en su interior una estructura que contiene un código genético que hace que cada individuo en la tierra sea absolutamente distinto a otro.
Todos los sacerdotes están estupefactos ante el conocimiento del muchacho, y ninguno quiere intervenir, sino quieren seguir escuchando lo que este niño esta diciendo.
En el atrio del templo después de varias horas, José el padre de familia, termina su ofrenda y regresa al punto de encuentro en búsqueda de su esposa María.
Entre la muchedumbre se hacen señas y logran encontrarse José aún emocionado abrasa a su esposa y le cuenta que el momento cuando el sacerdote sacrifica al animal y quema la sangre para el holocausto, sintió como el corazón se llenaba de gozo y no pudo más que llorar de emoción. Déjame abrasar a Jesús, María responde: pero Jesús se fue contigo, No responde José Jesús se quedó haciéndote compañía, No, no José, yo pensé que estaba contigo, como lo encontraremos entre tanta gente, no lo vamos a hallar, Jesús esta perdido, solo tiene 12 años, debe estar asustado, quizás este llorando, además ya es hora de alimentarse, debe tener hambre, José que vamos a hacer. José responde, Tranquila María, lo vamos a encontrar, no José es imposible apenas podemos caminar entre tanta gente y vamos a encontrarlo, puede pasar un día quizás una semana de búsqueda y no lo vamos a encontrar, no lo puedo creer, he perdido a mi niño, Jesúúúúús, jesúúúús (grita María desconsolada) buscaron a jesús fuera de Jerusalén por dos días.
Dentro del templo de Jerusalén, Jesús lleva tres días explicando la importancia de la sangre, ha esta hora son cientos los sacerdotes que se han agolpado a escuchar la cátedra del pequeño Jesús, quien ya decía lo siguiente: La sangre es un elemento único, el aceite lo puedes preparar, el agua la encuentras debajo de la tierra, en los ríos, en las nubes, pero la sangre, no se puede crear o preparar, es más la sangre fuera del organismo pierde su función para la que fue creada, pero dentro del organismo genera vida, fuera del organismo se seca y muere, sin embargo, y les adelanto, llegara el tiempo en que las personas podrán sacar de su propia sangre para darla a un ser querido que la necesite, eso se llamará transfusión de sangre. Al entregar esta información, se crea un gran murmullo, todos están asombrados.
Y sigue… La sangre toma protagonismo desde el día en que acusa el asesinato de su hermano Caín, luego en el cordero pascual, donde la sangre derramada es un intercambio de muerte por vida, pues la muerte del animal da vida a los primogénitos, y con más excelencia el derramamiento de sangre de los animales representa la expiación de nuestros pecados, entonces, ¿deberíamos ser todos y cada uno de nosotros muertos, derramar nuestra sangre y perdonar nuestros propios pecados? Sin embargo, nuestro Dios sustituyo nuestra condena y muerte por la sangre de animales que representan nuestra muerte al pecado.
Ahora yo pregunto, tiene alguna validez derramar cientos de litros de sangre para cubrir nuestros pecados, si no hay arrepentimiento y cambio en nuestra vida, tiene valor derramar sangre si lo hacemos como un rito obligatorio, sin creer lo que estamos haciendo. Dios se agradará de matar cientos de miles de animales, si sus dueños siguen en pecado desobedeciendo la ley de mi Padre que esta en los cielos.
Ahora entendéis al profeta Samuel cuando censura al Rey Saúl, diciendo no quiero sacrificio, quiero tu obediencia.
Pues, llegará el día en que la preciosa sangre del mesías, será derramada en un único y último sacrificio, que absolverá a todos aquellos que verdaderamente crean y en obediencia actúen frente a mi Padre celestial.
Transcurre el tercer día, José y María se enteran que un muchacho de similares características a su hijo esta en el tabernáculo debatiendo con los sacerdotes y doctores de la ley, volvieron a Jerusalén y cuando llegaron se hicieron paso en medio de los sacerdotes, María reconoce a su hijo, se cuelga de su cuello y lo reprende ¿Por qué nos has hecho esto, Jesús? Tu padre y yo te hemos buscado por tres días con angustia.
Jesús le respondió, pero ¿Por qué me buscabas, mamá? Deberías saber que en los negocios de mi padre me es necesario estar…
José y Maria toman al muchacho mientras los sacerdotes y doctores, le pedían que lo dejara por más tiempo, pues habían gustado el sabor exquisito de escuchar al gran Maestro, Jesús el hijo de Dios.
Amados, Jesús nunca estuvo perdido, él estaba trabajando en los negocios de su padre.