La espiritualidad no tiene
relación con la manifestación del espíritu, no tiene relación con el uso de
dones, no tiene relación con las danzas, todo esto es, solo manifestación del
Espíritu en el lugar donde se desarrolle.
Nuestras iglesias son enseñadas a
tener tendencia espiritual en los cultos, es decir, tenemos una relación entre
estar vivos espiritualmente si existe manifestación en nuestros cultos, la
iglesia está viva si confirma al predicador, la iglesia está viva si el coro
canta con devoción y hace ponerse de pie a la congregación, todo eso junto es
hermoso, pero ser un hombre espiritual no es solo esto.
Es algo agotador tener que vivir en nuestras
iglesias en estados de búsqueda de avivamientos, y ponemos nuestra atención en
la manifestación del espíritu en nuestros cultos como si esto fuera la gran
meta de un servicio de “adoración a Dios”. Dios se agrada de avivamientos en
los cultos, se agrada de cantos llenos de emoción, se agrada de las
danzas, de las manifestaciones en los servicios, pero Dios se agrada aún más de nuestra
adoración. Jesús dijo en San Juan 4:24 que su Padre que está en los cielos anda
buscando verdaderos adoradores, que le adoren en espíritu y en verdad.
Entendamos que las
manifestaciones espirituales dentro de
la Iglesia son una respuesta del espíritu Santo con la intención de edificar y
capacitar a sus miembros, de acuerdo a efesios 4:12, por lo tanto, la
manifestación del Espíritu santo en nuestra Iglesias, no es algo que damos a
Dios, sino es algo que Dios da a través de su santo Espíritu a su Iglesia, para
hacerla mejor, para desarrollarla y hacerla madura.
En consecuencia, la manifestación
del Espíritu santo, en nuestros cultos son la manifestación de un profesor que
nos enseña a mejorar desde un neófito creyente a un ministro experimentado.
La misión del espíritu santo a
nivel hombre individual es, de acuerdo a Gálatas 3.24, ser nuestra guía,
nuestro maestro, nuestro gurú, nuestro Ayo. La misión del espíritu santo a
nivel hombre colectivo es edificar al cuerpo de Cristo.
En estos dos ámbitos de ejercicio del Espíritu santo, hay
diferencias sustanciales,
1º El hombre debe
entender que no está solo, y que de la manera en que existe Dios quien quiere
salvar nuestra alma, existe el enemigo quien quiere llevarnos al infierno.
Entonces, individualmente estamos en una guerra personal
diaria, donde ambas fuerzas están en plena tensión. Por un lado, el espíritu
Santo, quien se presenta a través del fruto del espíritu, y el enemigo que se
presenta a través del demonio, el mundo y la carne.
Debo clarificar que el hombre que no ha conocido a Dios a
través de su espíritu santo, tiene una expresión humana “natural” que no entiende las cosas del espíritu
.
.
Cuando conoce a Dios a través de su espíritu santo, entonces
su expresión humana es dominada por el espíritu santo, y se transforma en un
Hombre espiritual, sin embargo, cuando su tendencia es a la carne, entonces su
expresión humana es la de un “carnal”, que busca las cosas de la carne y se refleja a través de las obras de la carne.
Esto lo retomaremos en el capítulo 3.
Por lo tanto, la espiritualidad no es la manifestación del
espíritu, sino buscar las cosas del espíritu y dominar los deseos de la carne.
2º El espíritu santo en su trabajo colectivo, buscar
edificar su iglesia en orden, con autoridad, sin la intervención de falsos
profetas y falsos sanadores e incluso falsos predicadores.